jueves, 22 de agosto de 2013

Una visión distópica, pesimista o realista

Desaparecer por sobrevivir

Para un estudio riguroso de esta obra y más datos sobre su autor véase El poder retórico del miedo en George Orwell.

En esta novela, Orwell (India, 1903 - Londres, 1950) nos guía hacia la desoladora realidad que imagina a través de los sentidos y el pensamiento de Winston Smith. Su historia representa una crítica a los mecanismos de alienación puestos en práctica por las dictaduras fascistas. Es una visión muy cruda, llámese pesimista o esclarecedora, de las consecuencias de la fuerte represión a la que se vio sometida la sociedad civil en un momento en el que los totalitarismos de Hitler, Stalin, Mussolini y Franco estaban recientes.


Portada de la edición de 2013. Barcelona: Random House Mondadori. La primera se publicó en 1949, siendo escrita un año antes.


Lo que a Orwell le preocupa de los gobiernos de su época es su abuso de poder y su renuncia al socialismo, que entendía como forma de organización social llevada a cabo desde el respeto hacia las libertades individuales y la búsqueda de la justicia basada en la igualdad. Sus experiencias lo llevaron a comprometerse con este ideal político y sus obras son una proyección de la realidad social que lo sepultó.

La neolengua

La realidad que muestra Orwell está en el año 1984 y la  mayor norma, impuesta por el Partido, es la dirigida a limitar el lenguaje. Se establece en  la civilización la neolengua, que consiste en prescindir del mayor número de palabras posible. Sin su expresión se pierde su comprensión. El objetivo es la supresión de las múltiples interpretaciones y que las nuevas palabras “puedan pronunciarse sin pararse a pensar en ellas”. Así el Partido podrá igualar al máximo el pensamiento de los ciudadanos.

El poder es ver sin ser visto

En 1984 lo primero que vemos desde los ojos de Winston es “el rostro de un hombre de unos cuarenta y cinco años, con un espeso bigote negro y facciones toscas y apuestas”, en
Imagen del film Nineteen Eighty-Four. La novela
se llevó al cine en el mismo año que le da nombre.
un cartel “de esos pensados para que los ojos te sigan cuando te mueves”. Es el rostro del Hermano Mayor, que representa la vigilancia como principal elemento caracterizador de la sociedad de 1984. En las calles del Londres que Orwell nos presenta y en el interior de cada edificio hay carteles que recuerdan: “El Hermano Mayor vela por ti”. También hay cámaras y micrófonos distribuidos por toda la ciudad. Winston, como todos sus vecinos, es consciente del riesgo de ser espiado, y aunque no puede estar seguro de serlo las 24 horas del día, “tenías que vivir dando por sentado que escuchaban hasta el último sonido que hacías y que, excepto en la oscuridad, observaban todos tus movimientos”.

Hay tres clases sociales diferenciadas. De una parte están los miembros del Partido exterior que, como Winston, trabajan activamente para el sistema. En un estrato social más bajo se encuentran los proles, el 85% de la población. Una de las consignas del Partido es: “Los proles y los animales son libres”. Sus tareas no son tan estrictamente dirigidas como las de los miembros del Partido y este no se esfuerza en inculcarles su ideología. Todos los individuos pertenecientes a este grupo mayoritario empezaban a trabajar a los doce años, se casaban a los veinte y morían cerca de los sesenta. “Dejados a su aire, como el ganado en las llanuras de Argentina, habían caído en un estilo de vida propio que parecía seguir una especie de patrón ancestral”. Por encima del nivel de Winston están los miembros del Partido interior. De ellos se sabe que ocupan un puesto importante dentro del sistema político del Hermano Mayor, que es la cúspide, pero no se conocen específicamente sus funciones.

La disciplina se aplica con vehemencia a los trabajadores del Partido, que los pone al servicio directo de sus intereses. Como tal, Winston sigue cada día el exigente horario marcado por las telepantallas, que le recuerdan qué debe hacer en cada momento; cuándo levantarse, acudir al comedor o abandonarlo para volver al trabajo, hasta cuándo meterse en la cama  lo dictaba el Partido, apagando la luz a las 23:30 horas; las telepantallas, claro, no se apagaban nunca.

Los líderes con más poder se ocultan frente a la creciente visibilidad de las acciones del resto. Lo vemos claro con la presentación de la figura de O’Brien: “un miembro del Partido Interior que ocupaba un puesto tan importante y misterioso que Winston sólo tenía una idea muy vaga de en qué consistía”. El poder es ver sin ser visto.

“La guerra es la paz”

Este mundo ha quedado dividido en tres territorios enfrentados en una guerra constante. Winston está en Oceanía, territorio formado tras la absorción de Gran Bretaña por Estados Unidos y gobernado por el Socing (Socialismo inglés). Ahora están en guerra con Eurasia, región surgida de la unión de Europa y Rusia. El tercer Estado es Esteasia, que abarca China, las islas japonesas, Mongolia y el Tíbet.

La continuidad del estado de guerra es imprescindible para que el Partido mantenga su poder. El odio de sus miembros hacia el enemigo y el miedo que les provoca la amenaza de un ataque, son los sentimientos que logran que quieran dedicar su tiempo a colaborar con toda clase de preparativos para la guerra. Lo importante es que haya un enemigo que “represente siempre el mal absoluto”. El enemigo del Partido es la fuente de toda injusticia y el Hermano Mayor lo único que puede salvarles de su crueldad.

En realidad, cada Estado (Oceanía, Eurasia o Esteasia) “lleva a cabo la guerra contra sus propios gobernantes, el objetivo no es hacer o impedir conquistas territoriales, sino conservar intacta la estructura de la sociedad”. La guerra deja de existir al convertirse en una situación continua, es la normalidad. Por eso el Partido puede afirmar que “La guerra es la paz”.

“Si queda alguna esperanza, está en los proles”

Winston Reflexiona para sus adentros sobre la posible existencia de una conspiración contra el Partido, pero bajo el control al que estaban sometidos “resultaba inconcebible que sus miembros pudieran reunirse en grupos de más de dos o tres [...] En cambio los proles, si pudieran ser conscientes de su fuerza, no tendrían necesidad de conspirar [...] Si queda alguna esperanza, está en los proles”. Winston escribe este pensamiento en su diario, recordando con pesar cómo una vez observó entre los proles a un grupo de mujeres que peleaban a voces y golpes por unas cacerolas para cocinar, que escaseaban. “¿Por qué nunca gritaban así por algo que tuviese verdadera importancia?”

A través de los ojos de Winston vemos cómo la instauración del miedo a los propios pensamientos es el arma más destructora del Estado. En su mente no deja de dar vueltas la pregunta: ¿Cómo era la vida antes de la Revolución? A pesar de que los libros de texto del partido explican la miseria en la que se encontraba entonces la sociedad civil inglesa, bajo la opresión de los capitalistas, Winston no es capaz de imaginar algo peor a lo que está viviendo. Además de los escasos alimentos y la falta de intimidad –no excluyente del sentimiento de soledad-  a Winston “le sorprendía que lo verdaderamente característico de la vida moderna no fuese su crueldad e inseguridad, sino su vacuidad, su lobreguez y su apatía”.

A escondidas, en el único rincón de su casa al que cree que no pueden llegar las telepantallas, Winston escribe siempre que puede en su diario, no sin la seguridad de que algún día no muy lejano lo condenarán por crimental (crimen mental en neolengua). Escribiendo inicia una búsqueda de la verdad que no comparte con nadie, hasta que se encuentra con Julia, otra trabajadora del Partido. Juntos fortalecen sus pensamientos y encuentran la seguridad de que existe una conspiración contra el Hermano Mayor. Es lo que más desea, de haberla se uniría a ella sin dudar.

Así, un día no muy lejano, se encuentra Winston  con un miembro del partido interior, O’Brien,  quien le confiesa su deseo de hablar con él y lo cita en su casa para poder conversar sin la vigilancia de las telepantallas (los del partido interior tienen ese privilegio). Winston queda convencido de que O’Brien es un conspirador político y decide acudir a la cita junto a Julia, ambos dispuestos a confesar su oposición al Partido. O’Brien les asegura la existencia de una Hermandad que persigue acabar con su soberanía, una finalidad que implica que los miembros de la conspiración estén dispuestos a todo, incluso al suicidio. Aceptan.

Toda duda que Winston pudiera tener se disipa cuando lee el Libro de Goldstein que O’Brien le facilita, en sus páginas se confirman cada una de sus sospechas sobre la naturaleza del Socing: La verdadera finalidad de la neolengua y la mutación del pasado a manos del Partido, con el único objetivo de perpetuar su poder; el origen de los tres Estados y los objetivos de su guerra constante. Ahora podía estar más seguro de que “aferrarse a la verdad, aunque fuese en contra del mundo entero, no era sinónimo de estar loco”. A Winston lo consuela saber que el Hermano Mayor no existe como ser, sino que “es el modo en que el Partido ha escogido mostrarse al mundo. Su función es ser un foco de amor, miedo y respeto, emociones que es más fácil sentir por un individuo que por una organización”.

"El acto de sumisión es el precio de la cordura"

Cuando había empezado a ser feliz, y “la vida había dejado de parecerle insoportable”, Winston es acusado de crimental y recluído, para ser torturado. También Julia, O’Brien lo había planeado todo.

El mismo que se presenta como su cómplice y salvador,  es quien decide cuándo Winston tiene que gritar de dolor, cuándo tiene que comer, cuándo puede descansar o dormir y quien decide si le tienen que inyectar algo que altere su estado. “Era su atormentador, su protector, su inquisidor y su amigo”. Su voz le había dicho, no sabía ya si dormido o despierto  “te salvaré, te haré perfecto”. O’Brien tiene un objetivo: Que Winston acepte las normas del Partido, que las conciba como la realidad a la que pertenece, la única: “No has querido realizar el acto de sumisión, que es el precio de la cordura. Cuando te engañas a ti mismo creyendo que ves algo, crees que los demás están viendo  lo mismo que tú. Pero te aseguro, Winston, que la realidad no es externa. La realidad sólo existe en la mente humana y en ningún otro sitio.  Pero no en la individual, sino en la del partido, que es colectiva e inmortal”.

El partido trata de perpetuarse a sí mismo. La muerte de los individuos en sí no importa, lo que importa es la supervivencia de la ideología colectiva.

Winston comprende que O’Brien está totalmente convencido de sus palabras, “el partido quiere tener el poder por amor al poder mismo”. No es un hipócrita, es un verdadero tirano. Llega a la conclusión de que no dejará de castigarlo hasta que consiga domar su espíritu por completo. De modo que  acepta la sumisión, abandona el esfuerzo de seguir oponiéndose a los argumentos de O’Brien. Comprende que la única forma de libertad posible es seguir odiando al partido, mantener en su interior ese odio hasta su muerte. Pero sabe que aún siendo fiel en lo más profundo de su alma a sus propias ideas, no puede actuar conforme a ellas.

“La ignorancia es la fuerza”                                

Ahora es “libre”, tras haber estado encarcelado, no sabe si durante meses o años, vuelve a su anterior vida. Pero ya no le preocupan ni la represión, ni la manipulación, ni la falta de motivación, ya no le preocupa su persona. Su razón obedece ya a los deseos impuestos, los que le permiten la supervivencia.

Winston decide, acepta y lleva a cabo en vida su propia muerte. Paradójicamente, vive sabiendo que no existe. Ha aprendido a practicar el antecrimen, a “desarrollar un punto ciego cada vez que se le ocurría una idea peligrosa”. Este es el significado del lema “La ignorancia es la fuerza”. Para sobrevivir “la estupidez era tan necesaria como la inteligencia, e igual de difícil de adquirir”.

“La libertad es la esclavitud”

Winston lo consigue y ahora tiene más libertad, trabaja menos horas y no tiene que obedecer todo el tiempo a la telepantalla, de ahí la consigna “La libertad es la esclavitud”.


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