viernes, 10 de febrero de 2017

Qué nutre y qué frena la influencia de Rusia e Irán para decidir sobre Siria


Los presidentes de Rusia, Siria e Irán, Vladimir Putin,
Bashar al Assad y Hasán Rohaní
En las conversaciones en Astana celebradas hace dos semanas, Rusia presentó un proyecto de Constitución para Siria que establece que la República Árabe Siria debería pasar a llamarse República de Siria. La delegación rusa defiende que el Estado gobernado por Bashar al Assad debe encaminarse a atraer a minorías étnicas como la kurda o la turcomana. 

El borrador presentado por Rusia habla de la República siria como de un Estado que debe ser democrático y soberano, basado en los principios de igualdad y unidad social.

Pero los deseos de Rusia de imponer la soberanía nacional siria sobre las distintas confesiones se ven frenados por el hecho de que la mayoría de la población es islámica y muy influenciada por la rama suní salafista, que justifica religiosamente la insurgencia violenta y se enfrenta en facciones que se crean y disuelven en las distintas localidades constantemente.

La Siria anterior a la guerra, según Middle East Briefing, tenía una mayoría del 74% de población árabe. En su artículo 3, la actual Constitución siria dice que el presidente debe “formar parte de la fe musulmana” -Assad es alauita (chií)- y añade que “la doctrina de la jurisprudencia islámica es una fuente primaria de legislación”. El borrador constitucional que ha presentado Rusia se salta este aspecto.

El presidente del comité de Asuntos Exteriores del Parlamento ruso, Konstantin Kosachev, ha dicho que es el derecho de los ciudadanos sirios establecer y aceptar su propia Constitución, y que el objetivo de Rusia con el borrador es “acabar con el estancamiento”. Por su parte, el jefe de la delegación rusa en Astana, Alexander Lavrentyev, habló en la misma línea en la capital de Kazajistán la semana del 23 de enero.

Pero los grupos que representan la oposición armada en Siria se oponen a los términos de Rusia, y ponen por delante que los sirios no pueden aceptar una Constitución moldeada por un poder exterior. Yahya al Aridi, un portavoz de la delegación opositora, ha asegurado tras las reuniones en Astana que políticamente no funcionaría. Aridi acusa además al Gobierno de Assad de no cumplir el alto el fuego acordado el pasado 30 de diciembre, algo de lo que también es acusada la parte rebelde, señalada por el Gobierno por los ataques en Wadi Barada.

Un factor adicional que restaría poder a la influencia de Rusia sobre el futuro de Siria es la hostilidad de la población respecto a Rusia y su presidente, Vladimir Putin. Según una encuesta de Pew Research Center publicada en agosto de 2015, Rusia es visto más desfavorablemente que incluso Estados Unidos. No obstante la diferencia sería muy pequeña, y abría que poner este dato en duda, pues expertos como el coronel Pedro Baños señalan que hay que tener en cuenta que Rusia no es una potencia colonial, como las que por haberlo sido son rechazadas por las comunidades musulmanas y especialmente por los grupos yihadistas. Lo recuerda Baños en esta entrevista hace un año.

Cuando en 1970 el padre de Bashar al Assad, Hafez al Assad, dio su propio golpe de Estado para alzarse en el poder –tras haberlo alcanzado como ministro de Defensa cuatro años antes con otro golpe militar liderado por Salah Jadid- se unió a Rusia en la Guerra Fría, estableciendo lazos duraderos.

Hafez persiguió a los fundadores árabes del partido Baath, que como el Arab Socialist Baath Party alcanzó el poder en Siria en 1963. A Jadid, con quien perpetró el primer golpe en 1966, lo encarceló en 1970. Pero el país siguió siendo la República Árabe Siria.

Bashar sucedió a su padre en el 2000, y desde 2012 la Constitución del país apela en su primer artículo a la identidad árabe del pueblo sirio en un esfuerzo por reforzar su carácter unitario: “La República Árabe Siria es un Estado democrático con plena soberanía, que no puede dividirse ni renunciar a ninguno de sus territorios, y forma parte del mundo árabe”.

Acuerdos actuales con Rusia e Irán
El Gobierno sirio ha sucumbido al apoyo de Irán y Rusia para permanecer en el poder.
Este enero, Rusia firmó un acuerdo militar con Siria por el que amplía su presencia en el país árabe duplicando el espacio para sus buques en el puerto de Tartus.  Según la agencia rusa TASS, con la ampliación, Rusia podrá atracar hasta 11 buques de guerra.

Además, el acuerdo da permiso a Rusia para utilizar la base aérea de Hmeimin, cercana a Latakia, donde las fuerzas rusas ya están construyendo una segunda pista. Los acuerdos permiten a Rusia desplegar sus fuerzas en Siria durante los próximos 49 años.

Irán por su parte ha firmado importantes contratos económicos con Siria a cambio del apoyo que Assad ha necesitado para recuperar el territorio sirio ocupado por las fuerzas opositoras.

Además de una licencia para operar servicios de telefonía móvil, Siria le dará a Irán 5.000 hectáreas de tierra para la agricultura y la ganadería y 1.000 hectáreas para la instalación de terminales de petróleo y gas, ha informado la agencia iraní IRNA.

Los acuerdos recompensan y dan más poder a la Guardia Revolucionaria iraní, que controla el imperio industrial del país que acoge a las principales compañías energéticas, de infraestructuras y comunicaciones. Según Reuters, más de 1.000 soldados de la Guardia Revolucionaria islámica de Irán han muerto en Siria en la lucha de los últimos años contra los rebeldes.

Además, Siria está en deuda con Irán por el apoyo económico que le ha dado y que podría seguir prestando para que Siria pueda salir a flote tras seis años de conflicto. El obstáculo una vez más está en los grupos opositores, que critican los acuerdos económicos acusando a las milicias chiíes de Irán de “saquear” a la población siria.

La oposición siria en Astana
Por su parte, el representante de la delegación opositora Mohamed Alloush dijo el pasado enero a la agencia turca Anadolu que los principales objetivos de los opositores son asegurar el alto el fuego, la liberación de los encarcelados por el régimen de Assad y el cese de los asedios que llevan a cabo las fuerzas gubernamentales en zonas controladas por la oposición.

“Si el objetivo de ir a Astana es asegurar el alto el fuego, negociar la liberación de presos y levantar el asedio en las zonas bloqueadas por el régimen, entonces conseguiremos un importante avance que podría conducir a una solución política viable”, dijo Alloush antes de las primeras conclusiones tras el inicio de las negociaciones en Astana.

Alloush es miembro del grupo armado Jaysh al-Islam, que desde su creación en 2013 y al menos hasta diciembre de 2015 ha estado vinculado a al Qaeda en Siria. Jaysh al Islam y el Frente al Nusra (como se llamaba entonces la rama siria de AQ) se distanciaron cuando el primero firmó en Riad una declaración con otros grupos opositores en la que declaraban su voluntad de negociar la paz con el régimen de Assad.

Tras una nueva reunión en Astana este lunes, Rusia, Turquía e Irán han exigido a la parte opositora que se separe de la rama siria de al Qaeda. Este es quizá el punto más delicado de las negociaciones, pues muchos grupos opositores guardan estrechos vínculos con la organización yihadista que les ha dado alas.

Alloush ha dicho en sus más recientes declaraciones a la agencia turca que si en los debates en Astana no se cede ante sus peticiones, la delegación opositora no participará en la reunión prevista para el próximo día 20 en Ginebra. Ha sido firme asegurando que si alguna de las tres condiciones mencionadas (alto el fuego, liberación de presos y fin de los asedios) se incumple, no continuarán con las conversaciones.

Distintos análisis subrayan que en el éxito o fracaso de las negociaciones, la decisión última corresponderá a los sirios, de modo que la transición hacia la estabilidad pasaría por que la oposición sea escuchada y los negociadores cedan algunas peticiones.


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