domingo, 25 de mayo de 2014

China: un destino que conocer para cuestionar nuestros tópicos

Sentirnos extranjeros nos enseña a aprender de lo desconocido

    Javier Martínez (tercero por arriba a la izquierda) junto a sus 
    compañeros de la Universidad de Zhejiang. Son estudiantes de 
    Palestina, Uzbekistán, España,Francia, Haití, Arabia Saudí, 
    EEUU, Taijikistán, Reino Unido,Corea del Sur, México, Japón
     y Madagascar. Fuente: Javier Martínez
Dos valencianos, Javier y Francisco, nos cuentan sus distintas experiencias en el extranjero, pero con un destino común: China. Un país donde la diversidad cultural y el estilo de vida ligado a la alta actividad financiera se dan o no dependiendo de la ciudad que visitemos. Es algo que hemos podido comprobar tras conocer las experiencias de nuestros protagonistas, una en Hangzhou y otra en Hong Kong. 


Con 25 años, Javier Martínez decidió que quería viajar a China para quedarse allí una temporada y aprender a hablar y escribir chino. Estando en Valencia, decidió acudir a una agencia donde le ayudaron a salvar las primeras dificultades con el idioma y a realizar los trámites para matricularse en la Universidad de Zhejiang. 

En septiembre de 2011, Javier llegó a esta provincia de la costa sudoriental china. A 150 kilómetros del sur de Shangai, Zhejiang tiene una costa de 6.486 kilómetros de largo y también gran parte de terreno montañoso con una altura media de unos 800 metros sobre el nivel del mar. La Zhejiang University está en su capital, Hangzhou, una ciudad de cerca de nueve millones de habitantes.

Javier sintió que el entorno internacional de Hangzhou lo recibía con los brazos abiertos
“Pensaba que iba a otro planeta, pero me sentí más acogido de lo que esperaba”, nos cuenta  Javier recordando que al llegar, más que las diferencias culturales, le llamaron la atención las similitudes. Asegura que, en el entorno que conoció, las costumbres en cuanto a ocio eran las mismas y que donde notó las mayores diferencias fue en los hábitos a la hora de cocinar. Además, destacó: “no es cierto el tópico de que son muy cerrados y no les gusta divertirse”, durante los diez meses que Javier estuvo en Hangzhou, comprobó que es falsa la idea de que los chinos son reacios a relacionarse con extranjeros. “La gente de allí era muy abierta y amable, no sentí por su parte impedimento alguno para poder acercarme a ellos”. Alojado en una residencia universitaria, Javier se relacionó sobre todo con estudiantes. Su clase era “muy internacional”, según nos cuenta había alumnos de todo el mundo, muchos de ellos del sudeste asiático y de la zona de Rusia. 

Al principio, el idioma continuó siendo su mayor impedimento, él fue a china sabiendo inglés pero descubrió que “allí los chinos y la mayoría de extranjeros no lo hablaban”. Admite que durante las primeras semanas iba perdido “porque el chino es complicado y me costó asimilarlo”, pero acudiendo 15 horas semanales a clases intensivas lo aprendió más rápido de lo que esperaba.

"Fue la precariedad laboral lo que me empujó a marcharme de España"
Javier dejó España porque cada vez le era más difícil conservar aquí un trabajo más o menos estable, “en Valencia empecé a enlazar trabajos mal pagados”, así que se marchó con el objetivo de aprender mucho y, sobre todo, vivir nuevas experiencias. Eligió aprender chino porque le atraía personalmente  y porque creyó que sería una ventaja a la hora de diferenciarse de los demás a nivel profesional. 

Al finalizar sus estudios se planteó quedarse a trabajar en Hangzhou, le habría gustado poder ejercer como profesor de español, “pero allí no hay demasiado interés por nuestra lengua y el trabajo como profesor de español no estaba bien pagado”, declara el valenciano. Nos cuenta que había más oportunidades para dar clases de inglés, pero también que “había muchos americanos y prefieren profesores nativos”. Por eso, en julio de 2012, regresó a España. Ahora Javier reside en Valencia,  donde, aún manejando el chino, el inglés y el francés, sigue sin trabajo. No descarta volver a China y no duda de que le gustaría: “no sé si en Zhejiang, quizá en Hong Kong tendría oportunidad de trabajar en una empresa de exportación e importación, donde creo que se me valoraría más que en España, por los idiomas”.

Hong Kong es una región administrativa especial, por lo que su régimen jurídico es distinto al de China. Por ejemplo, estando en Zhejiang Javier no podía haber abierto una empresa, porque se le habría exigido contar con un socio chino, en Hong Kong no. Por eso es una de las regiones asiáticas con más inversión extranjera y elevada actividad financiera, pero registra también altos índices de desigualdad y es una de las ciudades del mundo donde la vivienda es más cara. 

Hong Kong y las particularidades que hacen de ella una 'ciudad financiera'
Esto es lo que pudo comprobar otro español que tuvo la oportunidad de pasar siete meses en Hong Kong trabajando en proyectos de investigación. A punto de graduarse como ingeniero químico, en enero de 2013, Francisco Pérez aterrizó en esta antigua colonia británica que, con más de siete millones de habitantes, es uno de los núcleos urbanos más superpoblados de Asia. Con 23 años, Francisco viajó a Hong Kong para desarrollar su proyecto de fin de carrera, una oportunidad que le ofreció la Universidad y sin la que, asegura, no habría podido permitirse residir allí mucho tiempo porque, según afirma, “las cosas que compramos comúnmente no son caras, pero ¿pagar un alquiler en Hong Kong? Imposible, yo por suerte tenía el alojamiento cubierto por la empresa que financiaba el proyecto”. 

Preparando su viaje, aunque no se preocupó demasiado por cómo iba a ser su rutina allí, Francisco reconoce que pensó en cómo serían las personas, y supuso que se encontraría con gente seria y poco habladora. “Creía que iban a ser muy cerrados, por el estereotipo de que sólo trabajan y trabajan, es cierto que son muy trabajadores, pero no de la manera que creemos”. Francisco nos cuenta que la particularidad que él concibió de la cultura laboral de los hongkoneses está en su forma de entender el trabajo: “ellos no entienden la eficiencia, piensan ‘si estoy en el trabajo haré algo más seguro’. 

Atardecer en Hong Kong. Vistas del área Tsim Sha Tsui (TST) desde
 Hong Kong island. Fuente: Francisco Pérez

"Me sorprendió el consumismo"
Mientras trabajó en Hong Kong, la jornada de Francisco era de 14 horas y asegura que tenían por sistema quedarse hasta 15 horas al día. Este fue uno de los aspectos que más le sorprendió, pero, sobre todo, durante el tiempo que estuvo allí no dejó de impactarle el fuerte consumismo, que cree que está unido a la rutina de trabajo. Del entorno que conoció, distinto al que descubrió Javier en Hangzhou, Francisco comprobó que es cierto que los chinos trabajan muchísimo, “pero porque están obsesionados con el dinero, sólo piensan en ganar aunque no tengan tiempo para gastarlo y cuando lo hacen, gastan en lujo”.

Francisco sigue relatando, con asombro y haciendo hincapié en el consumismo, que Hong Kong es una ciudad en la que no pasa desapercibido el movimiento de dinero: “la gente allí gana y gasta muchísimo, están siempre dispuestos a trabajar más por hacer más dinero, pero sentí que eran infelices, porque sólo les satisface gastar a lo grande, comprando cosas de lujo o viajes”. Él allí era ‘el europeo’, como le llamaban, siendo también el único español, pero no tuvo que aprender chino para relacionarse, ni dentro ni fuera del trabajo, “allí todo el mundo hablaba inglés y era el idioma para trabajar”. Nos cuenta que sus compañeros le confesaron haberlo juzgado por su procedencia, pero no como español: “me dijeron que creían que los europeos en general éramos vagos, pero que conmigo se habían dado cuenta de que no era así”. Otra idea que los colegas chinos de Francisco admitieron tener asumida sobre los europeos, es que si viven en Hong Kong es porque su poder adquisitivo es muy alto. Por lo cara que es la vivienda y por la elevada actividad financiera que tiene lugar en esta región, “a los europeos nos ven como gente con dinero, creen que si no es porque eres rico te volverías muy pronto a tu país”, nos dice Francisco. 

En su caso, al acabar el proyecto que le llevó allí, se quedó unos meses más porque le ofrecieron seguir trabajando para la misma empresa americana que tenía convenio con su Universidad. Durante los 7 meses que vivió en Hong Kong, Francisco aprovechó para viajar a Singapur, Tailandia, Japón, Malasia, Taiwan, Vietnam, Filipinas y Macao, la ciudad de la costa sur de China conocida como Las Vegas de Asia, que hasta 1999 fue colonia portuguesa. Desde entonces Macao es, como Hong Kong, una región especial China. 

De la visita a todas estas ciudades, Francisco destaca que lo que tenían en común era la desigualdad: “en todas vi la enorme diferencia social, gente pagando platos de miles de euros en restaurantes de lujo y al lado gente buscando en sus contenedores”. En cambio, en Hangzhou, Javier asegura no haber notado grandes diferencias sociales: “no vi gente pobre, allí todo el mundo trabajaba o estudiaba, creo que vi un mendigo”. Aunque coincide con Francisco en haber visto cómo la gente se podía permitir gastar a menudo en cosas de lujo: “ropa de marcas muy caras y coches de alta gama se veían mucho”. Pero el consumismo en Hangzhou no es tan impactante como en Hong Kong, según puede afirmar Javier, aquella “es una ciudad más tradicional, distinta al ritmo y la vida de negocios de Hong Kong”.

¿Qué encuentran en España sus visitantes chinos?
Tras conocer las experiencias de estos jóvenes, vemos que son distintas sobre todo por las diferencias entre la cultura tradicional de las ciudades en las que han vivido. Pero descubrimos también aspectos comunes que desmontan la creencia  de que los chinos son ‘cerrados’ a la hora de relacionarse. Nosotras mismas lo pensábamos así porque no nos ha resultado fácil encontrar personas chinas que, residiendo y trabajando en España, quisieran hablar sobre los cambios que han percibido al cambiar de entorno. Al intentarlo, recorriendo distintos restaurantes y establecimientos comerciales chinos, nos hemos encontrado con que en ninguno había alguien dispuesto a dedicarnos unos minutos para hablar de sus percepciones sobre España. 

Las respuestas han sido a menudo similares: “no hablo bien español” o “id mejor a otro sitio”. Algo en lo que también coinciden muchos de ellos es en afirmar no conocer apenas gente de España, por lo que no pueden darnos una visión sobre las distintas costumbres. No sabemos si por timidez o por reticencia a mostrar su opinión, pero lo cierto es que reconociendo que llevan ya años viviendo en España, en la mayoría de casos nos dicen que la mayor parte de su tiempo la pasan con sus familiares o amigos chinos que trabajan con ellos.

En una visita a una tienda de decoración y objetos del hogar, el empleado nos cuenta que vino a España desde un pueblo de la provincia de Hunan hace cinco años. Habla bien el español, pero igualmente asegura no poder ayudarnos contándonos su experiencia laboral en uno y otro país, en su caso porque el propietario le ha advertido que no debe hablar de su trabajo. Nos sorprendió esta respuesta, a la que el chico añadió que, personalmente, está contento de poder trabajar en España y no le gustaría volver a China, “si me voy, prefiero que sea a otro lugar de Europa”.

Trabajadores chinos afirman relacionarse sólo con paisanos suyos
Resulta chocante que mientras Javier y Francisco confiesan haberse encontrado en China con gente muy acogedora con la que han podido compartir tanto ocio como trabajo, los chinos que residen aquí, al menos los que hemos intentado conocer un poco, no parecen interesados en relacionarse con los vecinos de su lugar extranjero de residencia ¿Será que ellos no encuentran aquí el ambiente acogedor que nuestros paisanos encontraron allí?

También es cierto que son muchos más los chinos que residen en España que los españoles que viven en China, y que en el caso de nuestros paisanos no tuvieron elección a la hora de relacionarse o no con personas extranjeras, ya que viajaron solos y durante su estancia allí no se encontraron con otros españoles.

Según datos de julio de 2013 recogidos por el INE, en esa fecha el número de chinos que residían en España era de 167.067. Mientras que, en enero de 2013, el número de españoles residentes en China no alcanzaba los 10.000, según el Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero (PERE) que elabora el INE. Además, desde 2009 la cifra de trabajadores chinos afiliados a la Seguridad Social no ha dejado de crecer, por lo que no es extraño que las personas chinas que vienen a España encuentren negocios chinos en los que poder trabajar, sin tener necesariamente que relacionarse con españoles.

Según informaba la Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos (UPTA), el 31 de diciembre del 2013 el número de afiliados chinos al Régimen Especial de Trabajadores Autónomos (RETA) de la Seguridad Social era de 42.559, lo que indica que el 50% de los trabajadores chinos que hay en España son autónomos.

Sentirnos extranjeros nos enseña a aprender de lo desconocido
Aún así, quizá no esté de más plantearnos si somos nosotros los que mostramos una actitud hostil hacia lo desconocido, si confiamos en los tópicos antes de conocer culturas lejanas. Para comprobarlo es necesario viajar, convivir con personas y ambientes nuevos.

¿Cómo miramos afuera? ¿Cómo nos sentimos cuando lo extranjero somos nosotros?


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