domingo, 8 de febrero de 2015

Realidad y ficción del totalitarismo

Para más datos sobre esta obra y su autor véase El poder retórico del miedo en George Orwell
Portada de la edición de 2002
Barcelona: Destinolibro

La primera novela que Orwell dedicó a criticar el comunismo totalitario -para incidir en que no era una forma de gobierno socialista- es Animal Farm (1945), una fábula animal representativa de la revolución rusa de 1917 que llevó a la tiranía stalinista. Con ella Orwell reveló su rechazo al comunismo soviético tras la II Guerra Mundial y logró el reconocimiento que no le había dado ninguna de sus obras anteriores, siendo un acierto la elección de la alegoría para hacer llegar al público una realidad rodeada de contradicciones y engaños políticos.





A través de los animales que viven en la granja Manor, Orwell revela cómo las formas de dominación, generadoras de servidumbre, logran que las libertades se pierdan antes de ser alcanzadas. Dirigidos por los cerdos, estos animales se rebelan contra sus esclavizadores (los humanos) y empiezan a adoptar sus propias normas y símbolos de identidad. Lo primero que hacen es dejar claros los principios del 'animalismo' en siete mandamientos y crear una bandera que les recuerde a todos su sentido: “La bandera era verde, para representar los campos verdes de Inglaterra, mientras que el asta y la pezuña significaban la futura república de los animales”. También contaban con su propio cántico de unidad: ‘Bestias de Inglaterra’, que ayudó a enaltecer su orgullo por pertenecer a la que denominaron Granja animal tras su Rebelión.

Los mandamientos, la bandera y los eslóganes son los símbolos encargados de crear y mantener la conciencia colectiva, que se impone cuando los animales tratan de exponer sus desacuerdos en las reuniones comunes. Todo sacrificio individual realizado por el bien común está justificado.

En principio todos los animales quedan satisfechos con el esfuerzo que realizan para mantener la granja. Pero pronto su convivencia se aleja del ideal igualitario -principal emblema de la Rebelión- para quedar definida por lazos asimétricos de dependencia. Los animales aceptaron el liderazgo de los cerdos, que dictaban las normas a seguir y el trabajo que cada uno debía realizar, pero igual que los hombres con poder para hacerlo cambian las leyes según su conveniencia, los cerdos iban cambiando sus mandamientos.

Algo que tenían muy en cuenta para mantener el orden y la obediencia de los demás animales, era recordarles constantemente lo que más temían: la vuelta del anterior dueño de la granja y la vida bajo la dominación de los humanos. “Ustedes no desean el retorno de Jones, ¿verdad?”. Esa amenaza era la fórmula más eficaz para lograr su sumisión. Todos los animales, excepto los cerdos, estaban trabajando más horas que de costumbre y aceptando todas las exigencias para hacer realidad la Rebelión contra los humanos que, creían, los conduciría hacia la libertad. Su miedo al fracaso, al triunfo del enemigo, es la causa de su servidumbre a los caprichos de los cerdos.

Desde la muerte del viejo Mayor[1] nadie en la granja se opuso a que fueran los cerdos quienes tomaran las riendas de la Rebelión, pues estos se presentaban a sí mismos como los animales más inteligentes y el resto -muchos de ellos analfabetos- así los consideraban.

Todo parece bajo control, pero los puercos jefe (Snowball y Napoleón[2]) no tardan en distanciarse en una lucha interna por el poder: “Los animales se reagruparon en dos facciones, con dos lemas: ‘Vote por Snowball’, ‘Vote por Napoleón’. En esta lucha, Napoleón sitúa a Snowball como enemigo común de todos los animales para expulsarlo de la granja y alzarse como único líder.

Además de lanzar amenazas con el objetivo de que los animales teman por su supervivencia, Napoleón recurre a otra estrategia de control: sembrar la desconfianza entre ellos. “Cualquier animal que diera, aunque fuera un grano de maíz, a una gallina, sería castigado con la muerte (…) Advierto a todo animal de esta granja que tenga los ojos bien abiertos; porque tenemos motivos para creer que algunos agentes secretos de Snowball están entre nosotros”. Es la estrategia política del 'divide y vencerás'.

Los animales empiezan a mirarse con miedo unos a otros, cualquier acercamiento puede ser peligroso para su supervivencia, así que desunidas sus fuerzas son más vulnerables y fáciles de reprimir. 

Otra vía de opresión que destaca en Animal farm es el control de la información. Aparecen las confesiones falsas, anunciadas por quienes tienen el poder de difundirlas, para justificar las ejecuciones de los infieles al régimen instaurado. Tras la ejecución de los 'traidores’, entre ellos cuatro cerdos que confiesan haber estado conspirando contra el líder, Napoleón y su séquito comunican a la comunidad animal que han conseguido el objetivo principal, que han logrado la mejor situación posible -cuando todos estaban preocupados porque creen que han llegado al límite matándose entre ellos - .

El tirano quiere convencer al resto de que el fin justifica los medios y cuenta con la ventaja de que “cuando ya había desaparecido el terror producido por la ejecuciones, los animales no podían recordar con claridad cómo eran las cosas antes de la Rebelión”. Además, aunque la mayoría está en desacuerdo con la dirección que ha tomado lo que empezó como una victoria propia, tienen miedo a manifestar su opinión. Squealer, el siervo más fiel de Napoleón, lanza amenazas extendiendo rumores de un posible ataque a la granja y crea con ello una situación de incertidumbre y miedo permanente. Lo que empezó como una constitución asamblearia en pro del fin de la esclavitud, acabó en una dictadura que, menoscabando la libertad de expresión, anuló todas las demás.

Aparece también la crítica a la manipulación del lenguaje a través del uso controlado de los términos, señalando por ejemplo que los cerdos llaman ‘reajuste’, no ‘reducción’, a la limitación de las raciones de comida. Tanto en esta obra como en 1984 aparece la palabra ‘camarada’, así es como se llaman unos a otros en las sociedades de ambas novelas. Orwell critica el empleo de este término entre la clase política.  Otra idea que defiende Orwell, y que queda plasmada en la lucha entre los cerdos de Animal farm, es que la democracia “puede desaparecer si entre los partidos políticos no existe un mínimo acuerdo”.[3]

Ahora los cerdos gozan de todo tipo de privilegios: más comida, bebida, tiempo libre y hasta la que fue la casa del antiguo amo, Jones, para vivir. Incluso se visten como los humanos y negocian con ellos, mientras que el resto de animales pasa penurias. Pero las especies (clases sociales) inferiores, “estaban compensadas por el hecho de que la vida era más digna que antes…más canciones, más discursos, más desfiles. […] De algún modo parecía como si la granja se hubiera enriquecido sin enriquecer a los animales mismos”.

En la Granja Animal ya no hay principios, sólo intereses, y quienes la dirigen son cerdos convertidos en humanos.





[1]Personaje que representa a Lenin y que deja a los animales el legado de continuar con la revolución que él impulsó.

[2]Estos dos personajes estarían representando las acciones de Trotsky y Stalin, respectivamente, durante la revolución rusa.

[3]ORWELL G.  Fascism and Democracy (1941)

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