sábado, 31 de agosto de 2013

Nuestra Venganza o su Victoria (III)



En 1984 mediante lo que la Teoría de la Comunicación ha definido como “secuestro o mediación de la experiencia” O’Brien consigue que los deseos de Winston sean los propios objetivos del Partido, disfrazados, inducidos. Y lo mismo hace V, que -aunque con objetivos distintos- se dirige a toda la ciudad a través de la televisión y consigue el apoyo a la violencia que defiende y lleva a cabo.


Ambas  obras muestran la fuerza del sentido etimológico de la comunicación, la capacidad de la misma para crear un sentimiento de comunidad. Vemos el carácter ambivalente de la comunicación al mostrar ambas obras su carácter negativo, el del engaño, que provoca desigualdades y conformismos.

Aunque en un contexto de ficción, 1984 y V de Vendetta, reflejan la afirmación de Nicklas Luhmann de que los medios de comunicación masivos construyen el mundo, distorsionando nuestra percepción de la realidad. Los medios forjan elementos comunes posibilitando así una vida social organizada. Juega aquí un enorme papel la publicidad, que Luhmann ha definido como “autoorganización de la estupidez” y que se sirve del juego psicológico para persuadir.        

Según Luhmann, los medios privilegian lo nuevo cortando el vínculo entre presente y pasado. Cuando el poder se ve amenazado, los medios anuncian caos para despertar en los ciudadanos la sensación de debilidad y de necesidad de protección. Ante la falta de seguridad, la información reduce la incertidumbre, lo que desemboca en más información, en afirmaciones que, al establecerse, imponen también negaciones.

En ambas sociedades, la televisión juega un papel que se articula a través de la integración y la resonancia. Se trata de la llamada “Teoría del Cultivo” que ya en los 70 explicaba cómo la ideas instauradas en la sociedad eran el resultado de los mensajes difundidos por los medios, cuyos efectos sobre la audiencia masiva son: la creencia a largo plazo, unas determinadas concepciones del mundo y la repetición, que convierte a las personas en seres imitativos.

En V de Vendetta la sociedad, como audiencia de los medios de masas, avanza desde una posición negociada hacia ellos -desde la que aceptan la ideología dominante pero con excepciones- a una postura de oposición, de descodificación y crítica de los mensajes masivos. En cambio, en 1984, Winston retrocede de una postura de oposición a una dominante-hegemónica, de aceptación de los mensajes e intereses de la élite, que, a través de los medios (las telepantallas), captan la atención de todos a la misma hora y para los mismos fines (recordar los eslóganes del partido, dar información, ordenar que acudan a comer o a trabajar). Así homogeinizan la sensibilidad y la mentalidad de los ciudadanos.

Una fábrica de sumisión e indiferencia

El concepto de “industria cultural”, definido por Theodor Adorno y Max Horkheimer, en 1944, como la creación de cultura desde los ideales de la industrialización, explica cómo al igual que en las fábricas se producen en serie bienes materiales, desde los medios, reflejando modelos de vida “ideales”,  se fabrica la cultura.                                                                                                                                           
Las características de la industria cultural quedan plasmadas en ambas obras, pero son mostradas con mayor énfasis en 1984, donde la difusión artística no existe. Se da una colonización total de los bienes culturales por parte del sistema. Se transmite a la sociedad una visión estereotipada del mundo, en el que la única diversión posible equivale a estar de acuerdo con el modo de vida establecido. La industria cultural genera sumisión e indiferencia: En la mente de Winston desaparece la esperanza de un posible modo de vida distinto. Tras ser reprimidos sus instintos y absolutamente anulada su persona, Winston queda convencido de que vive en el mejor mundo posible.

Nuestra sociedad no es tan diferente en cuanto a expectativas y modos de vida. Al tomar muchas de nuestras decisiones estamos desapareciendo (ver Muerte, vida y ser).                 

Nuestro tiempo es dinero

En la vida real, en nuestra sociedad, no hay toques de queda, pantallas y micrófonos que dejen ver al sistema cada uno de nuestros movimientos. Pero eso no quiere decir que no nos vigilen. El capitalismo se adueña de nuestro tiempo de ocio a través de los medios de comunicación de masas, que convierten nuestro tiempo en dinero. Así funciona el sistema que nos gobierna, los medios nos proporcionan el sentimiento de comunidad, buscamos nuestra identidad en el resto. Ocupados en el afán por encontrar la seguridad, creemos que somos libres porque podemos elegir entre ciertas “comodidades”, tras las cuales el sistema oculta su intención de control, de homogeneizar las opiniones y crear falsas necesidades que mantengan con vida el ideal del consumismo.    

No podemos no elegir, no consumir o no producir   

En un sistema democrático y liberal, que nos ofrece gran cantidad de información, productos y actividades, está inserto su carácter organizacional y manipulador. El sistema no nos permite no elegir, no consumir o no producir. Casi sin darnos cuenta, adoptamos los valores y deseos que la máquina capitalista nos impone de forma sutil, y que limitan nuestras expectativas. Tenemos interiorizada la búsqueda de la seguridad. Se trata de la servidumbre voluntaria que caracteriza a nuestra sociedad. En este sentido, no somos tan diferentes de los proles de la novela de Orwell.

Expectativas contra recuerdos

En la mente de Winston sus expectativas luchan constantemente contra sus recuerdos. ¿Qué influencia  pesa más sobre las decisiones? Es difícil separarlas, porque cada persona tiene objetivos distintos dependiendo de su forma de vida, es decir, dependiendo de la experiencia que arrastra tras de sí y que su ambiente cultural le transmite. Al tomar conciencia del efecto que nuestros actos causan en los demás, fiscalizamos nuestro propio comportamiento, lo medimos. Fingimos.  

La seguridad es una ilusión, reconocer la incertidumbre y encontrar en ella  la felicidad es vivir libremente; que nunca nadie ha dicho que sea fácil.



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