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2010, ganó el Oscar al mejor documental en 2011
La explicación de la
crisis financiera (sus orígenes, su desarrollo, sus actores y sus
consecuencias) no es fácil de abordar al dirigirse a un público amplio, no necesariamente especializado en economía. Pero en este documental, Charles Ferguson y Audrey Marrs consiguen adaptar la complejidad del tema a una estructura adecuada para todos los públicos.
El componente audiovisual
es un apoyo fundamental para el acercamiento de esta información. Empezando por
el caso de Islandia, muestra el antes y el después marcado por la crisis. Con
ritmo visual y musical, recurre a la comparación; desde el bienestar y nivel de
comodidad social alcanzado, hasta la movilización de los islandeses por el
impacto de las políticas de desregulación. La comparativa constante y procurar
que el espectador se sienta identificado, es una de las fórmulas más efectivas
para que comprenda y retenga la información. Empezar de otra forma, por ejemplo
con un experto en finanzas hablando de las grandes dimensiones de la crisis y
lo complicado que es abordar el tema desde el fondo, habría sido un error.
Aunque, eso sí, son imprescindibles las fuentes acreditadas, que no dejen en el
público ninguna duda de que lo que está viendo y escuchando es cierto. Por ello,
el narrador (Matt Damon) se apoya en los testimonios de los ciudadanos
afectados y, sobre todo, en explicaciones esclarecedoras por parte de actores
tan involucrados en el funcionamiento del sistema económico como el ex
presidente de la Reserva Federal de EE.UU Paul Vocker; el subsecretario de
Tesorería del Gobierno de Bush, David McCormick; el Jefe de Asesores de la
Comisión Regulatoria China, Andrew Sheng o la ex ministra de finanzas de
Francia y actual directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine
Lagarde.
Para describir las
políticas de desregulación y aclarar por qué son las culpables de la crisis (de
que el control social quedara en manos de las finanzas), explica cómo en
Islandia el gobierno las introdujo en el año 2000, vendiendo primero zonas
verdes a empresas privadas y luego bienes. Muestra cómo este sistema de
privatización se tradujo en enriquecimiento para sus ejecutores y pérdidas para
el resto de ciudadanos. Y ¿cómo se enriquecieron aquellos exactamente? Sin
abusar de términos económicos, se explica que la acción de los bancos, en
Islandia y después en EE.UU, se basó en crear “fondos de mercado de dinero”. A
partir de ahí, iniciaron una campaña dirigida a conseguir inversores, para lo
que contaron con el apoyo de las agencias de calificación de riesgo. Pues
estas, pagadas por los bancos de inversión, dieron a las ofertas presentadas
por los mismos la calificación ‘Triple A’, es decir, máxima fiabilidad.
La ‘burbuja inmobiliaria’ llegó
porque los bancos prestamistas colocaban a los inversores el riesgo de impago
de las hipotecas y ellos se lavaban las manos. Fueron así acumulando riesgos y
no les importaba que los clientes pudieran o no pagar sus préstamos. Desde
Nueva York, personajes cercanos a los centros de las especulaciones que se
llevan a cabo desde instituciones públicas, revelan las dimensiones de la
quiebra del banco Lehman Brothers y el “colapso de la mayor aseguradora del
mundo, AIG”. Algo que fue noticia y escándalo en los medios en septiembre de
2008 y ahora sabemos que provocó la crisis que nos afecta. El paraíso
financiero de Wall Street estalló porque los bancos conseguían liquidez para
especular prestándose unos a otros, pero dejaron de confiar los unos en los
otros (porque sabían que estaban vendiendo fraude) y el préstamo interbancario
se colapsó en 2008.
Este documental aclara a
cuánta gente afectó la crisis, cómo y el por qué de la ambición y la frialdad
de los responsables. Hace un par de meses, se estrenó la película ‘El lobo deWall Street’ y viéndola recuerdo a una
mujer que tenía al lado, decía indignada -‘esto no pueden ser hechos reales’-
refiriéndose a las repetidas escenas de abuso de las drogas y la prostitución.
El psicoanalista, real, de muchos ejecutivos de Wall Street, Jonathan Albert,
afirma en Inside Job que ha visto “mucha cocaína y prostitución entre sus
comportamientos”. Se muestra cómo cuando esta gente gana dinero, se activa la
misma parte de su cerebro que al consumir cocaína, “mucha gente siente que
necesita participar en ese comportamiento para tener éxito”, una especie de
adicción a la ambición. Sí, esta y otras tantas declaraciones recogidas en este
documental, son reales e indignantes. Viéndolo no queda duda de la frialdad con
que se ha conducido una crisis de origen privado y consecuencias públicas.
Excelente.
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