La concentración del poder alrededor del negocio del petróleo en Angola se debe, sobre todo, a la creación
de la empresa Sonangol, que "tiene mucha
autonomía para negociar préstamos y financiar inversiones, comprar armas o lo
que el régimen desee pero quiera ocultar de la mirada pública"
La República de Angola es
definida por su Constitución de 2010 como un Estado Democrático de Derecho,
pero la realidad es que el Estado que desde hace 36 años gobierna Eduardo Dos
Santos funciona más bien como una empresa.
El sistema económico de
Angola combina fórmulas capitalistas con el intervencionismo estatal, y las
élites estarían aprovechando esta imprecisión de su modelo para mantener sus
privilegios.
Los ingresos del Gobierno
angoleño no dependen de la recaudación de impuestos, la mayor parte de las
ganancias llegan de la extracción de petróleo.
Según explica en uno de
sus estudios el Asesor de Políticas en la Oficina de Coordinación de
Operaciones de Desarrollo de la ONU, Alex Warren-Rodríguez, desde 1996, el
Gobierno de Angola recibe por ley entre 0,7 y 2 dólares por barril de petróleo
producido, y el 55% del importe que pagan multinacionales petroleras por
las concesiones de explotación.
El país ha seguido un modelo
basado en el extractivismo y no en la conversión de los recursos extraídos
y eso le ha llevado a una fuerte dependencia del exterior.
Estudios de los
investigadores Phillip Van Niekerk y Laura Peterson, del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, indican que el dinero que pagan multinacionales petroleras por la cesión de la
explotación en Angola se mueve por círculos bancarios internacionales a través
de cuentas en paraísos fiscales.
La élite político-empresarial que gira en torno a Sonangol
La élite político-empresarial que gira en torno a Sonangol
La élite dirigente en
Angola está formada por “una constelación de políticos-rentistas, tecnócratas del
sector petrolífero y oficiales militares que controlan el Estado a favor de sus
propios intereses”, así define al Gobierno angoleño el investigador del
Transnational Institute y reconocido especialista en el ámbito de la cooperación
internacional David Sogge.
La concentración del poder
alrededor del negocio del petróleo en Angola se debe, sobre todo, a la creación
de la empresa Sonangol que nace cuando, tras la independencia, el Gobierno del MPLA (Movimiento Popular por la Liberación de Angola) liderado por Eduardo Dos
Santos nacionaliza la Sociedad de Lubrificantes y Combustibles.
“Esta empresa rinde
cuentas a los estratos más altos del poder, tiene mucha autonomía para negociar
préstamos y financiar inversiones, comprar armas o lo que el régimen desee
pero quiera ocultar de la mirada pública”, señala el estudio Angola, radiografía de un país petrolero, publicado en 2013.
Sonangol sirve al
enriquecimiento y la permanencia en el poder de la élite política. Lo que se
crea con Sonangol es un círculo formado por las élites políticas que
constituyen la llamada “nomenklatura del petróleo”, que actúa a través de
Sonangol y queda rodeada de lo que se ha llamado ‘Futungo’, el círculo de
empresarios amigos del presidente que completan la élite del país, saliendo
también beneficiados de la extracción y venta de petróleo. Así la riqueza
generada por este recurso queda repartida entre este círculo elitista.
Vía libre a la corrupción
Vía libre a la corrupción
Sonangol se convierte en
la concesionaria exclusiva de los recursos petroleros, de manera que,
según los autores del citado estudio de 2013, “puede dictar las condiciones de
acceso a los recursos para las multinacionales, y con frecuencia se incluyen
bonificaciones sociales obligatorias que se abonan a Sonangol con la supuesta
finalidad de financiar actividades relacionadas con la responsabilidad social
corporativa”.
Pero la corrupción juega
aquí un papel importante: “Más de 4.000 millones de dólares provenientes de los
ingresos petroleros de Angola desaparecieron entre 1997 y 2002, lo que equivale
al gasto de todos los programas sociales que se desarrollaron allí en ese
periodo”, explica el estudio denunciando que, a pesar del crecimiento económico
que genera el petróleo y que se refleja en el PIB del país, el desarrollo humano
en Angola es casi nulo y los indicadores sociales están muy por debajo de otros países con menos PIB.
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