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Domingo, cerca de las 11
de la mañana, me encuentro en la nueva estación AVE de Villena, mientras espero
que abran el acceso oigo, sin prestar mucha atención, los mensajes que anuncian
los próximos trenes, sus horarios y destinos. Mi padre, que está allí conmigo,
me dice: -“¿te has dado cuenta?, ya no dicen ‘señores pasajeros’, dicen
‘señores clientes”. –Pues no me he dado cuenta de ese detalle-le digo yo- no me
extrañaría que dentro de poco, en los hospitales, nos traten también como a clientes
en lugar de pacientes.
Subo al andén con ese
pensamiento en la cabeza, observo a los demás viajeros: dos chicas jóvenes y un
chico que parecen estudiantes, como yo; una mujer vestida de forma elegante
que, con zapatos, bolso y maleta de marca, mira con cara de estar oliendo caca
a todo el que pasa por su lado y un hombre con una pequeña maleta que tiene
pinta de viajar por cuestiones de trabajo.
Ese matiz de que todos
somos clientes se me ha quedado grabado, y una vez en el tren, sin poder
evitarlo, reflexiono a cerca de la imposición de la Alta Velocidad.
Como sabéis, estoy en
contra de la construcción de la nueva estación en Villena, así que a la hora de
comprar mi billete (Cuenca-Villena) elegí la opción de viajar sólo en AVE hasta Albacete, para coger allí un tren de
media distancia hasta mi ciudad. Así me ahorraría unos cuantos euros y la
diferencia de tiempo sería insignificante. Es lo que ya había hecho otras
veces; llegaba a Albacete y en unos 15 minutos, aproximadamente, tenía que ir a
la estación de al lado para montarme en ese MD.
Pero me encuentro con que
han cambiado las condiciones para los que preferimos esa opción. Desde RENFE
(por teléfono) me dicen que no me conviene hacer trasbordo en Albacete, “porque
ahora la salida del MD no es inmediata, tendrías que esperar un buen rato y te
costaría más de tres horas llegar a Villena”, me dice el empleado, “y además,
si coges ida y vuelta en el AVE directo, se te aplica un descuento del 20%,
mayor que el descuento por Carnet Joven (no acumulable)”.
Yo habría preferido menos comodidad y más ahorro, pero eso ya no es posible; 55
euros eran la mejor oferta, y casi la única. Ya sabemos que no se nos permite no elegir, no producir o no consumir. Entonces deduje que se trata de elegir
entre perder parte de mi tiempo o hacer un mayor esfuerzo económico, para
recuperarlo. Ya nos lo descubrió Momo, para el sistema nuestro tiempo es dinero.
Los pasajeros del tren Cuenca-Requena no son clientes, estos (bien lo sabes) sí que han de ser "pacientes".
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