Ayer se publicó que una
profesora de lengua gallega, de la Universidad de Santiago de Compostela, no
quiere seguir impartiendo sus clases en la Facultad de Ciencias de la
Comunicación. Ella misma anunció que pedirá a su departamento que se le asigne
su puesto como docente en otra facultad. Según su parecer, es un modo de
denuncia hacia “la información que hacen, o les obligan a hacer,” todos los
periodistas a los que ha dado clase.
“Personas que sabes seguro que van a convertirse en seres morbosos, manipuladores, mentirosos, despreciativos, pagados de sí mismos e irreflexivos”, así habló la profesora de gallego Carme Hermida, haciendo una injusta generalización, de los alumnos de la facultad de Ciencias de la Información de la USC. Dijo no tener fuerzas para la formación de estos alumnos.
Al leer esto, me ha venido
a la mente algo que comentaba con un compañero de facultad hace unos días.
Hablando de lo difícil que lo vamos a tener para hacer periodismo de verdad, de
lo distinta que es la realidad en nuestra facultad comparada con
la que hemos descubierto al estar haciendo prácticas en medios de comunicación
este verano, el compañero me dijo: “es que nos han engañado, nos han metido en
la cabeza que tenemos que luchar por una profesión que fuera no existe”. No nos
han engañado, le decía yo, al contrario, el engaño sería que nos enseñaran que
el periodismo consiste en la servidumbre que ejercen la mayoría de medios, pero
nos muestran la realidad, aunque cruda, para que sepamos distinguir la verdad y
aprendamos a enfrentarla.
Claro que yo también he
tenido, y tengo, esa sensación que te hace pensar ‘esto es un engaño’, porque es muy triste ver cómo muchos
profesionales dejan de lado el periodismo, para atender a un sistema de mercado
que los lleva a una realidad en la que el mejor oficio del mundo, como lo
definió García Márquez, no existe. Pero, en esa conversación entre compañeros,
estuvimos de acuerdo en que no podemos buscar culpables entre los docentes que
intentan formar periodistas despiertos y comprometidos, porque sería injusto.
Me ha
resultado cercana, y chocante, la decisión de esa profesora de echar la cruz
encima a la profesión periodística y a todos los que, como nosotros, la estamos
aprendiendo. Aunque sea desagradable asumirlo, no es ni la primera ni la última
persona que afirma haber dejado de creer en la importancia de defender los
valores del periodismo y a los profesionales que sí se esfuerzan por dar a los
ciudadanos una información libre.
Según lo expone ella
misma, es el tratamiento del caso de la niña que fue encontrada sin vida,
Asunta Basterra, lo que ha llevado a Hermida a manifestar estas conclusiones.
Una decisión cobarde la de
dar la espalda a quienes han elegido una profesión complicada de ejercer y, si
de lo que se trata es de denunciar el sensacionalismo y la espectacularización
de hechos dramáticos, una extraña forma de protesta la de abandonar la lucha
por un periodismo más justo para todos, pues aquella comienza en la cultura
profesional que se imparte en las universidades. Además de profesora en una
facultad de periodismo, Carme Hermida es concejala de Cultura, Patrimonio y Normalización Lingüística
en el Ayuntamiento de Teo (La Coruña) y sin embargo sus palabras muestran una
renuncia a creer que la defensa de la cultura, que no existe sin información y
comunicación, es posible.
[1]
Diezhandino, M., Aguado, G., Carrera, P., F.Beaumont,
J., M.Bernal, O., & Muro, I. (2012). El periodista en la encrucijada.
Barcelona: Ariel.
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