Sentirnos extranjeros nos enseña a aprender de lo desconocido
Dos valencianos, Javier y
Francisco, nos cuentan sus distintas experiencias en el extranjero, pero con un
destino común: China. Un país donde la diversidad cultural y el estilo de vida
ligado a la alta actividad financiera se dan o no dependiendo de la ciudad que
visitemos. Es algo que hemos podido comprobar tras conocer las experiencias de
nuestros protagonistas, una en Hangzhou y otra en Hong Kong.
Con 25 años, Javier
Martínez decidió que quería viajar a China para quedarse allí una temporada y
aprender a hablar y escribir chino. Estando en Valencia, decidió acudir a una
agencia donde le ayudaron a salvar las primeras dificultades con el idioma y a
realizar los trámites para matricularse en la Universidad de Zhejiang.
En
septiembre de 2011, Javier llegó a esta provincia de la costa sudoriental china.
A 150 kilómetros del sur de Shangai, Zhejiang tiene una costa de 6.486 kilómetros
de largo y también gran parte de terreno montañoso con una altura media de unos
800 metros sobre el nivel del mar. La Zhejiang University está en su capital,
Hangzhou, una ciudad de cerca de nueve millones de habitantes.
Javier sintió que el entorno internacional de Hangzhou lo recibía con los brazos abiertos
“Pensaba que iba a otro planeta,
pero me sentí más acogido de lo que esperaba”, nos cuenta Javier recordando que al llegar, más que las
diferencias culturales, le llamaron la atención las similitudes. Asegura que,
en el entorno que conoció, las costumbres en cuanto a ocio eran las mismas y
que donde notó las mayores diferencias fue en los hábitos a la hora de cocinar.
Además, destacó: “no es cierto el tópico de que son muy cerrados y no les gusta
divertirse”, durante los diez meses que Javier estuvo en Hangzhou, comprobó que
es falsa la idea de que los chinos son reacios a relacionarse con extranjeros.
“La gente de allí era muy abierta y amable, no sentí por su parte impedimento
alguno para poder acercarme a ellos”. Alojado en una residencia universitaria, Javier
se relacionó sobre todo con estudiantes. Su clase era “muy internacional”,
según nos cuenta había alumnos de todo el mundo, muchos de ellos del sudeste
asiático y de la zona de Rusia.
Al principio, el idioma continuó siendo su
mayor impedimento, él fue a china sabiendo inglés pero descubrió que “allí los
chinos y la mayoría de extranjeros no lo hablaban”. Admite que durante las
primeras semanas iba perdido “porque el chino es complicado y me costó
asimilarlo”, pero acudiendo 15 horas semanales a clases intensivas lo aprendió
más rápido de lo que esperaba.
"Fue la precariedad laboral lo que me empujó a marcharme de España"
Javier dejó España porque
cada vez le era más difícil conservar aquí un trabajo más o menos estable, “en
Valencia empecé a enlazar trabajos mal pagados”, así que se marchó con el
objetivo de aprender mucho y, sobre todo, vivir nuevas experiencias. Eligió aprender
chino porque le atraía personalmente y
porque creyó que sería una ventaja a la hora de diferenciarse de los demás a
nivel profesional.
Al finalizar sus estudios se planteó quedarse a trabajar en
Hangzhou, le habría gustado poder ejercer como profesor de español, “pero allí
no hay demasiado interés por nuestra lengua y el trabajo como profesor de
español no estaba bien pagado”, declara el valenciano. Nos cuenta que había más
oportunidades para dar clases de inglés, pero también que “había muchos
americanos y prefieren profesores nativos”. Por eso, en julio de 2012, regresó
a España. Ahora Javier reside en Valencia, donde, aún manejando el chino, el inglés y el
francés, sigue sin trabajo. No descarta volver a China y no duda de que le
gustaría: “no sé si en Zhejiang, quizá en Hong Kong tendría oportunidad de
trabajar en una empresa de exportación e importación, donde creo que se me
valoraría más que en España, por los idiomas”.
Hong Kong es una región
administrativa especial, por lo que su régimen jurídico es distinto al de China.
Por ejemplo, estando en Zhejiang Javier no podía haber abierto una empresa,
porque se le habría exigido contar con un socio chino, en Hong Kong no. Por eso
es una de las regiones asiáticas con más inversión extranjera y elevada actividad
financiera, pero registra también altos índices de desigualdad y es una de las
ciudades del mundo donde la vivienda es más cara.
Hong Kong y las particularidades que hacen de ella una 'ciudad financiera'
Esto es lo que pudo comprobar
otro español que tuvo la oportunidad de pasar siete meses en Hong Kong
trabajando en proyectos de investigación. A punto de graduarse como ingeniero
químico, en enero de 2013, Francisco Pérez aterrizó en esta antigua colonia
británica que, con más de siete millones de habitantes, es uno de los núcleos
urbanos más superpoblados de Asia. Con 23 años, Francisco
viajó a Hong Kong para desarrollar su proyecto de fin de carrera, una
oportunidad que le ofreció la Universidad y sin la que, asegura, no habría
podido permitirse residir allí mucho tiempo porque, según afirma, “las cosas que
compramos comúnmente no son caras, pero ¿pagar un alquiler en Hong Kong?
Imposible, yo por suerte tenía el alojamiento cubierto por la empresa que
financiaba el proyecto”.
Preparando su viaje, aunque no se preocupó demasiado
por cómo iba a ser su rutina allí, Francisco reconoce que pensó en cómo serían
las personas, y supuso que se encontraría con gente seria y poco habladora. “Creía
que iban a ser muy cerrados, por el estereotipo de que sólo trabajan y
trabajan, es cierto que son muy trabajadores, pero no de la manera que creemos”. Francisco nos cuenta que la
particularidad que él concibió de la cultura laboral de los hongkoneses está en
su forma de entender el trabajo: “ellos no entienden la eficiencia, piensan ‘si
estoy en el trabajo haré algo más seguro’.
Atardecer en Hong Kong. Vistas del área Tsim Sha Tsui (TST) desde Hong Kong island. Fuente: Francisco Pérez |
"Me sorprendió el consumismo"
Mientras trabajó en Hong Kong, la
jornada de Francisco era de 14 horas y asegura que tenían por sistema quedarse
hasta 15 horas al día. Este fue uno de los aspectos que más le sorprendió, pero,
sobre todo, durante el tiempo que estuvo allí no dejó de impactarle el fuerte
consumismo, que cree que está unido a la rutina de trabajo. Del entorno que conoció,
distinto al que descubrió Javier en Hangzhou, Francisco comprobó que es cierto
que los chinos trabajan muchísimo, “pero porque están obsesionados con el
dinero, sólo piensan en ganar aunque no tengan tiempo para gastarlo y cuando lo
hacen, gastan en lujo”.
Francisco sigue relatando, con asombro y haciendo hincapié en el
consumismo, que Hong Kong es una ciudad en la que no pasa desapercibido el
movimiento de dinero: “la gente allí gana y gasta muchísimo, están siempre
dispuestos a trabajar más por hacer más dinero, pero sentí que eran infelices,
porque sólo les satisface gastar a lo grande, comprando cosas de lujo o
viajes”. Él allí era ‘el europeo’, como
le llamaban, siendo también el único español, pero no tuvo que aprender chino
para relacionarse, ni dentro ni fuera del trabajo, “allí todo el mundo hablaba
inglés y era el idioma para trabajar”. Nos cuenta que sus compañeros le
confesaron haberlo juzgado por su procedencia, pero no como español: “me
dijeron que creían que los europeos en general éramos vagos, pero que conmigo
se habían dado cuenta de que no era así”. Otra idea que los colegas chinos de
Francisco admitieron tener asumida sobre los europeos, es que si viven en Hong
Kong es porque su poder adquisitivo es muy alto. Por lo cara que es la vivienda
y por la elevada actividad financiera que tiene lugar en esta región, “a los
europeos nos ven como gente con dinero, creen que si no es porque eres rico te
volverías muy pronto a tu país”, nos dice Francisco.
En su caso, al acabar el
proyecto que le llevó allí, se quedó unos meses más porque le ofrecieron seguir
trabajando para la misma empresa americana que tenía convenio con su
Universidad. Durante los 7 meses que
vivió en Hong Kong, Francisco aprovechó para viajar a Singapur, Tailandia,
Japón, Malasia, Taiwan, Vietnam, Filipinas y Macao, la ciudad de la costa sur
de China conocida como Las Vegas de Asia, que hasta 1999 fue colonia
portuguesa. Desde entonces Macao es, como Hong Kong, una región especial China.
De la visita a todas estas ciudades, Francisco destaca que lo que tenían en
común era la desigualdad: “en todas vi la enorme diferencia social, gente
pagando platos de miles de euros en restaurantes de lujo y al lado gente
buscando en sus contenedores”. En cambio, en Hangzhou, Javier asegura no haber notado grandes diferencias sociales: “no vi gente
pobre, allí todo el mundo trabajaba o estudiaba, creo que vi un mendigo”.
Aunque coincide con Francisco en haber visto cómo la gente se podía permitir gastar
a menudo en cosas de lujo: “ropa de marcas muy caras y coches de alta gama se
veían mucho”. Pero el consumismo en Hangzhou no es tan impactante como en Hong
Kong, según puede afirmar Javier, aquella “es una ciudad más tradicional,
distinta al ritmo y la vida de negocios de Hong Kong”.
¿Qué encuentran en España sus visitantes chinos?
Tras conocer las experiencias
de estos jóvenes, vemos que son distintas sobre todo por las diferencias entre
la cultura tradicional de las ciudades en las que han vivido. Pero descubrimos
también aspectos comunes que desmontan la creencia de que los chinos son ‘cerrados’ a la hora de
relacionarse. Nosotras mismas lo pensábamos así porque no nos ha resultado
fácil encontrar personas chinas que, residiendo y trabajando en España,
quisieran hablar sobre los cambios que han percibido al cambiar de entorno. Al
intentarlo, recorriendo distintos restaurantes y establecimientos comerciales
chinos, nos hemos encontrado con que en ninguno había alguien dispuesto a dedicarnos unos minutos para hablar de sus percepciones sobre
España.
Las respuestas han sido a menudo similares: “no hablo bien español” o “id
mejor a otro sitio”. Algo en lo que también coinciden muchos de ellos es en
afirmar no conocer apenas gente de España, por lo que no pueden darnos una
visión sobre las distintas costumbres. No sabemos si por timidez o por
reticencia a mostrar su opinión, pero lo cierto es que reconociendo que llevan ya
años viviendo en España, en la mayoría de casos nos dicen que la mayor parte de
su tiempo la pasan con sus familiares o amigos chinos que trabajan con ellos.
En una visita a una tienda
de decoración y objetos del hogar, el empleado nos cuenta que vino a España
desde un pueblo de la provincia de Hunan hace cinco años. Habla bien el
español, pero igualmente asegura no poder ayudarnos contándonos su experiencia
laboral en uno y otro país, en su caso porque el propietario le ha advertido
que no debe hablar de su trabajo.
Nos sorprendió esta respuesta, a la que el chico añadió que, personalmente,
está contento de poder trabajar en España y no le gustaría volver a China, “si
me voy, prefiero que sea a otro lugar de Europa”.
Trabajadores chinos afirman relacionarse sólo con paisanos suyos
Resulta chocante que
mientras Javier y Francisco confiesan haberse encontrado en China con gente muy
acogedora con la que han podido compartir tanto ocio como trabajo, los chinos
que residen aquí, al menos los que hemos intentado conocer un poco, no parecen
interesados en relacionarse con los vecinos de su lugar extranjero de
residencia ¿Será que ellos no encuentran aquí el ambiente acogedor que
nuestros paisanos encontraron allí?
También es cierto que son
muchos más los chinos que residen en España que los españoles que viven en
China, y que en el caso de nuestros paisanos no tuvieron elección a la hora de
relacionarse o no con personas extranjeras, ya que viajaron solos y durante su
estancia allí no se encontraron con otros españoles.
Según datos de julio de
2013 recogidos por el INE, en esa fecha el número de chinos que residían en
España era de 167.067. Mientras que, en enero de 2013, el número de españoles
residentes en China no alcanzaba los 10.000, según el Padrón de Españoles
Residentes en el Extranjero (PERE) que elabora el INE. Además, desde 2009 la
cifra de trabajadores chinos afiliados a la Seguridad Social no ha dejado de
crecer, por lo que no es extraño que las personas chinas que vienen a España
encuentren negocios chinos en los que poder trabajar, sin tener necesariamente
que relacionarse con españoles.
Según informaba la Unión de Profesionales y
Trabajadores Autónomos (UPTA), el 31 de diciembre del 2013 el número de
afiliados chinos al Régimen Especial de Trabajadores Autónomos (RETA) de la
Seguridad Social era de 42.559, lo que indica que el 50% de los
trabajadores chinos que hay en España son autónomos.
Sentirnos extranjeros nos enseña a aprender de lo desconocido
Aún así, quizá no esté de
más plantearnos si somos nosotros los que mostramos una actitud hostil hacia lo
desconocido, si confiamos en los tópicos antes de conocer culturas lejanas. Para
comprobarlo es necesario viajar, convivir con personas y ambientes nuevos.
¿Cómo
miramos afuera? ¿Cómo nos sentimos cuando lo extranjero somos nosotros?
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