El cierre de fronteras no es una solución contra la epidemia
Este artículo se publicó en El Diario Fénix, digital activo hasta abril de 2017
Fuente: bolsamania.com |
En el 76 se diagnosticó
por primera vez este virus en poblaciones de Sudán y la República Democrática
del Congo, donde se extendió un brote en las proximidades del río Ébola, que le
dio nombre. 38 años después, todavía no se ha logrado una cura segura contra
esta enfermedad, aunque también es cierto que nunca había alcanzado las
dimensiones actuales.
El caso del misionero y
sacerdote Miguel Pajares, fallecido el pasado martes 12, hizo que saltara la
alarma en España sobre el peligro de este virus letal. Antes, poco habíamos oído hablar del ébola a
pesar de que en África este nuevo brote lleva matando desde marzo de este año. Según
informaba este miércoles la Organización Mundial de la salud (OMS), en Liberia,
Guinea Conakry, Sierra Leona y Nigeria, la cifra de infectados fallecidos ha
llegado a 1.350. Monrovia, Conakry o Freetown se encuentran entre las ciudades
más afectadas.
Esta semana, en sólo dos
días han muerto 106 personas por el ébola, la mayoría de ellas en Liberia. Misioneros
Salesianos han informado de que allí han tenido que cerrar, por orden del
Gobierno, sus centros juveniles y campamentos de verano, porque “el virus está descontrolado”. En los
territorios más afectados sí existe el miedo colectivo al ébola. Si aquí
hubieran muerto más de 100 personas veríamos a qué límites podría llegar la
obsesión por la seguridad de nuestro ‘primer mundo’.
El pasado lunes, y bajo la
justificación de frenar la epidemia, las Fuerzas Armadas de Liberia dieron la
orden a las autoridades que custodian la frontera noroeste (con Sierra
Leona) de que se dispare, “en las
piernas”, a toda persona que, sin autorización legal, intente entrar en Liberia
desde esa franja. Previamente ya se había ordenado disparar contra quieres no
cedieran al cierre de las fronteras que exigió
la presidenta liberiana, Ellen Johnson-Sirleaf.
El ébola viene a darnos
una lección
Esta alarma ha hecho que
se extiendan medidas preventivas en otros continentes, donde se teme ahora que
el virus contra el que no hay cura trascienda el continente africano. De alguna
forma, el ébola viene a darnos una lección, ya que si estamos hablando de él es
por los afectados que han llegado desde África, y que ¡podrían contagiarnos!
Pero no por los cientos que mueren allí.
El español Miguel Pajares
estaba siendo tratado con el suero experimental ZMapp, utilizado también en
EE.UU para curar al médico y la enfermera estadounidenses Kent Brantly y Nancy
Writebol, que se infectaron también en Liberia.
Son las primeras personas en las que ha surtido efecto este medicamento,
ambos fueron dados de alta este jueves.
Hace dos semanas, el
Gobierno liberiano pidió a EE.UU que enviara las máximas dosis posibles de este
suero experimental, para poder tratar a los médicos allí infectados. El mismo
día que murió el sacerdote, EE.UU anunció que enviaría el medicamento y fuentes
de su Departamento de Salud y Servicios Sociales aclararon que lo que han hecho
es facilitar a Liberia el contacto con el laboratorio fabricante.
Las ayudas llegan tarde o
son insuficientes
La Unión Europea envió
ayuda económica a Guinea en el momento de aparecer el brote y hace 15 días
anunciaba que se destinarían ocho millones de euros más a combatir la epidemia
en los países africanos afectados. En España, el ministerio de Asuntos
Exteriores anunciaba recientemente el envío de dos equipos médicos a Sierra
Leona, así como que se han aportado 300.000 euros desde que el pasado mes de
abril se puso en marcha un plan de ayuda de emergencia para reforzar la
atención sanitaria en Guinea Conakry, donde empezó a extenderse el virus. Aun
así, las ayudas o llegan tarde o son insuficientes. La propia OMS reconoce que
las cifras dadas sobre los fallecimientos por ébola no son un reflejo fiel de
la realidad, que seguramente sea más grave. Y ha calificado esta epidemia de
emergencia sanitaria internacional.
Para evitar que el brote
llegue a España, las autoridades policiales y sanitarias han activado el
protocolo de alarma por riesgo. El pasado lunes, en la terminal 4 del
aeropuerto de Adolfo Suárez-Barajas, la Policía Nacional dio la alerta por
ébola por la presencia de un hombre de nacionalidad africana, que estaba siendo
atendido por una ambulancia. Se repartieron mascarillas y se acordonó la zona
alrededor del paciente. El mismo día, en el Hospital de Basurto, en Bilbao, un
hombre español que había llegado hacía unos días de Sierra Leona y presentaba
síntomas sospechosos (la fiebre es el principal), fue ingresado en aislamiento,
siguiendo el protocolo de prevención. Finalmente, como en el caso del nigeriano
ingresado en el Hospital de San Juan (Alicante), las pruebas para diagnosticar
el virus han resultado negativas. Este viernes ha ingresado otro paciente con
síntomas sospechosos en el hospital Clínic de Barcelona. Se trata de un
senegalés residente en la capital catalana que hace tres días regresó de un
viaje por Guinea y Nigeria.
El cierre de fronteras no es una solución contra la epidemia
Según fuentes de la OMS,
el virus llega a las personas a través de animales infectados, del contacto con
su sangre, órganos o fluidos corporales. Por lo que, aunque la tasa de
mortalidad por ébola es alta -hasta un 90% según indica esta Organización-, el
contagio no se da fácilmente. EFE Verde recogía esta semana las aclaraciones
del presidente de la Organización Médica Colegial (OMC), Juan José Rodríguez
Sendín, sobre la posibilidad de que el ébola llegue a extenderse en España.
Sendín advirtió que, aunque el riesgo existe y deben cuidarse las medidas de
prevención, es “muy improbable” que eso llegue a suceder.
Tampoco existen razones justificadas
para pensar, y mucho menos afirmar, que la entrada de africanos a España por la
frontera de Ceuta y Melilla pone en peligro la salud de nadie. Este jueves, El
País recogía las declaraciones de la presidenta de Médicos sin Fronteras,
Joanne Liu, que asegura que lo que deben hacer los países con más medios es
enviar más ayuda y recursos para hacer frente a la epidemia y evitar que se
propague, en lugar de recurrir al cierre de fronteras.
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