Para más datos sobre esta obra y su autor véase El poder retórico del miedo en George Orwell
Portada de la edición de 2002 Barcelona: Destinolibro |
La primera novela que
Orwell dedicó a criticar el comunismo totalitario -para incidir en que no era
una forma de gobierno socialista- es Animal Farm (1945), una fábula
animal representativa de la revolución rusa de 1917 que llevó a la tiranía
stalinista. Con ella Orwell reveló su rechazo al comunismo soviético tras la II
Guerra Mundial y logró el
reconocimiento que no le había dado ninguna de sus obras anteriores, siendo un
acierto la elección de la alegoría para hacer llegar al público una realidad
rodeada de contradicciones y engaños políticos.
A través de los animales
que viven en la granja Manor, Orwell revela cómo las formas de dominación,
generadoras de servidumbre, logran que las libertades se pierdan antes de ser
alcanzadas. Dirigidos por los cerdos, estos animales se rebelan contra sus
esclavizadores (los humanos) y empiezan a adoptar sus propias normas y símbolos
de identidad. Lo primero que hacen es dejar claros los principios del
'animalismo' en siete mandamientos y crear una bandera que les recuerde a todos
su sentido: “La bandera era verde, para representar los campos verdes de
Inglaterra, mientras que el asta y la pezuña significaban la futura república
de los animales”. También contaban con su propio cántico de unidad: ‘Bestias de
Inglaterra’, que ayudó a enaltecer su orgullo por pertenecer a la que
denominaron Granja animal tras su Rebelión.
Los mandamientos, la
bandera y los eslóganes son los símbolos encargados de crear y mantener la
conciencia colectiva, que se impone cuando los animales tratan de exponer sus
desacuerdos en las reuniones comunes. Todo sacrificio individual realizado por
el bien común está justificado.
En principio todos los
animales quedan satisfechos con el esfuerzo que realizan para mantener la
granja. Pero pronto su convivencia se aleja del ideal igualitario -principal
emblema de la Rebelión- para quedar definida por lazos asimétricos de dependencia.
Los animales aceptaron el liderazgo de los cerdos, que dictaban las normas a
seguir y el trabajo que cada uno debía realizar, pero igual que los hombres con
poder para hacerlo cambian las leyes según su conveniencia, los cerdos iban
cambiando sus mandamientos.
Algo que tenían muy en
cuenta para mantener el orden y la obediencia de los demás animales, era
recordarles constantemente lo que más temían: la vuelta del anterior dueño de
la granja y la vida bajo la dominación de los humanos. “Ustedes no desean el
retorno de Jones, ¿verdad?”. Esa amenaza era la fórmula más eficaz para lograr
su sumisión. Todos los animales, excepto los cerdos, estaban trabajando más
horas que de costumbre y aceptando todas las exigencias para hacer realidad la Rebelión
contra los humanos que, creían, los conduciría hacia la libertad. Su miedo al
fracaso, al triunfo del enemigo, es la causa de su servidumbre a los caprichos
de los cerdos.
Desde la muerte del viejo Mayor[1]
nadie en la granja se opuso a que fueran los cerdos quienes tomaran las riendas
de la Rebelión, pues estos se presentaban a sí mismos como los animales más
inteligentes y el resto -muchos de ellos analfabetos- así los consideraban.
Todo parece bajo control, pero los puercos jefe (Snowball y Napoleón[2])
no tardan en distanciarse en una lucha interna por el poder: “Los animales se
reagruparon en dos facciones, con dos lemas: ‘Vote por Snowball’, ‘Vote por Napoleón’.
En esta lucha, Napoleón sitúa a Snowball como enemigo común de todos los
animales para expulsarlo de la granja y alzarse como único líder.
Además de
lanzar amenazas con el objetivo de que los animales teman por su supervivencia,
Napoleón recurre a otra estrategia de control: sembrar la desconfianza entre
ellos. “Cualquier animal que diera, aunque fuera un grano de maíz, a una
gallina, sería castigado con la muerte (…) Advierto a todo animal de esta
granja que tenga los ojos bien abiertos; porque tenemos motivos para creer que
algunos agentes secretos de Snowball están entre nosotros”. Es la estrategia
política del 'divide y vencerás'.
Los animales empiezan a
mirarse con miedo unos a otros, cualquier acercamiento puede ser peligroso para
su supervivencia, así que desunidas sus fuerzas son más vulnerables y fáciles de reprimir.
Otra vía de opresión que
destaca en Animal farm es el control de la información. Aparecen las
confesiones falsas, anunciadas por quienes tienen el poder de difundirlas, para
justificar las ejecuciones de los infieles al régimen instaurado. Tras la
ejecución de los 'traidores’, entre ellos cuatro cerdos que confiesan haber
estado conspirando contra el líder, Napoleón y su séquito comunican a la
comunidad animal que han conseguido el objetivo principal, que han logrado la
mejor situación posible -cuando todos estaban preocupados porque creen que han
llegado al límite matándose entre ellos - .
El tirano quiere convencer
al resto de que el fin justifica los medios y cuenta con la ventaja de que “cuando
ya había desaparecido el terror producido por la ejecuciones, los animales no
podían recordar con claridad cómo eran las cosas antes de la Rebelión”. Además,
aunque la mayoría está en desacuerdo con la dirección que ha tomado lo que
empezó como una victoria propia, tienen miedo a manifestar su opinión. Squealer,
el siervo más fiel de Napoleón, lanza amenazas extendiendo rumores de un
posible ataque a la granja y crea con ello una situación de incertidumbre y
miedo permanente. Lo que empezó como una constitución asamblearia en pro del
fin de la esclavitud, acabó en una dictadura que, menoscabando la libertad de
expresión, anuló todas las demás.
Aparece también la crítica
a la manipulación del lenguaje a través del uso controlado de los términos, señalando
por ejemplo que los cerdos llaman ‘reajuste’, no ‘reducción’, a la limitación
de las raciones de comida. Tanto en esta obra como en 1984 aparece la palabra
‘camarada’, así es como se llaman unos a otros en las sociedades de ambas
novelas. Orwell critica el empleo de este término entre la clase política. Otra idea que defiende Orwell, y que queda
plasmada en la lucha entre los cerdos de Animal farm, es que la democracia
“puede desaparecer si entre los partidos políticos no existe un mínimo
acuerdo”.[3]
Ahora los cerdos gozan de
todo tipo de privilegios: más comida, bebida, tiempo libre y hasta la que fue
la casa del antiguo amo, Jones, para vivir. Incluso se visten como los humanos
y negocian con ellos, mientras que el resto de animales pasa penurias. Pero las
especies (clases sociales) inferiores, “estaban compensadas por el hecho de que
la vida era más digna que antes…más canciones, más discursos, más desfiles. […]
De algún modo parecía como si la granja se hubiera enriquecido sin enriquecer a
los animales mismos”.
En la Granja Animal ya no
hay principios, sólo intereses, y quienes la dirigen son cerdos convertidos en
humanos.
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